Hace una semana regresaba de la Facultad de Ciencias de la Salud junto a Daniel en metro tras dar nuestro último curso sobre ChatGPT. En este trayecto, que tenía lugar a última hora de la tarde y estaba cargado de gente, discutimos las sensaciones de la sesión y nuestros últimos descubrimientos con ChatGPT, comentando el que para nosotros se presenta como un futuro muy prometedor. En medio de aquel barullo de gente nos intercambiamos nuestras particulares vivencias en las que ChatGPT nos había hecho ahorrar una valiosa cantidad de tiempo, simplificando sobremanera tareas mundanas y aburridas, y permitiéndonos centrarnos en aquellas otras tareas verdaderamente importantes. También hicimos chascarrillos de aquellos negacionistas, que no críticos, que rechazan el valor y socavan la utilidad de estas herramientas de Inteligencia Artificial (IA), en muchos casos por puro desconocimiento acerca de su funcionamiento y verdadera utilidad. Es aquí donde nos empezaron a resonar los ecos de batallas vividas años atrás con la irrupción de otras herramientas disruptivas, como Google, el mortal enemigo de las bibliotecas. No cabe duda, concluimos, que pasará igual y el tiempo demostrará que ChatGPT y amigos no son ese Ultron que muchos idealizan al tiempo que logramos controlar algunos de sus aspectos más problemáticos y reducimos las consecuencias derivadas de su mal uso. Pero la percepción de este contexto de fase de adopción de la IA me hizo comprobar un hecho que me ha llamado profundamente la atención.
Y aquí es donde viene el giro de esta entrada, que como habrás apreciado no incluye en su título referencia alguna a lo que he venido comentando. Y es que mientras aceptamos que estas herramientas de IA ya están aquí y nos vemos obligados a replantear cuestiones básicas como la evaluación en la educación—ha tenido que venir OpenAI para que lo hagamos—, Wikipedia sigue siendo negada y vilipendiada. En cada curso académico asisto con estupor a los testimonios de decenas de estudiantes que arrastran de anteriores etapas educativas la consigna de no usar Wikipedia bajo ningún pretexto por no ser fiable ya que “todo el mundo puede editarla”. Han pasado más de 20 años y todavía impera su desconocimiento, al mismo tiempo que se sigue negando su potencial y su uso como fuente de información enciclopédica abierta y universal. Una imagen negativa pero que contrasta mucho con el hecho de que tras este tiempo siga siendo uno de los sitios web más visitados del mundo y que no deja de crecer en contenido. Si bien son numerosos los proyectos que la integran en las aulas y los docentes que batallan por enseñar su apropiado uso, la sensación es de que todavía queda mucho por andar. No cabe duda de que Wikipedia cuenta con problemas, pero negar en lugar de educar en su correcto uso y promover la participación activa como editores para actualizar información o completar contenidos, son todavía aspectos que quedan por resolver. Es hora de reivindicar y de educar en el uso de Wikipedia.
Por mi parte seguiré educando en su correcto uso e investigando sobre ella.